Sostengo esta infrecuente metodología incluso cuando soy invitado a exhibir en muestras de arte chileno contemporáneo, las cuales acepto siempre y cuando el comisario garantice las condiciones que mi proyecto Loyola Records exige. Lo que no es usual. Estoy consciente sobre la dificultad de comprender una Obra Invisible porque la ocultación aludida impone la pretensión proyectiva del modelo economicista. En todo caso, creo que en la experiencia artística no hay nada remotamente cercano a una ley que establezca cuáles son los estándares que se deben seguir. En el peor de los casos, el deseo del Arte asegura cierta supervivencia de una ambición intelectual. Por eso, tal vez, el encuentro azaroso de mis obras por fax y contestador electrónico con los receptores y reflexionar sobre la quema de etapas tecnológicas (leapfrogging) metaforizan ese ir y venir de imágenes que ofrece la historia del arte, señales dinámicas que pueden entrar y salir del ámbito de la no visualidad según cumplan ciertos criterios.
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