Sin duda, el rumbo del arte en un país que no impulsa reformas importantes a la educación, cambios tributarios y una modificación de verdad en el sistema electoral invita a pensar que la aspiración a mejorar la consideración social de artista, recurriendo a los procedimientos de la educación superior, alegoriza nuestra aplastante e irrevocable tradición neoliberal. Los grados académicos han generado un mundo de profesionales del arte que vagabundean errantes como hidalgos empobrecidos, miserables deseheredados y conversos marginados frente al engolado estamento del mercado de la educación. De este modo, la intención académica y su estructura universitaria describe alguno de los aspectos que dan cuenta del deambular de los artistas al interior de una estructura de acreditación que según los momentos y lugares, se presentará como el contrapunto ideal para constituir una conciencia pompier. Sin desconocer que las acreditaciones académicas alimentan un sector extremadamente expuesto a las presiones del mercado. Algo digno de las peintures d’Historie.
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