No puedo dejar de percibir a la atávica concepción del arte chileno como un ente academicista que ha conllevado costos altos, no sólo económicos sino principalmente culturales. La ampliación de esta cobertura pompier ha sido en función de las grandes diferencias socioeconómicas del país. Para decirlo en fácil, tarde o temprano, la pusilanimidad y actitud aristocrática del mundillo artístico chileno se jugará una mala pasada. Aunque pienso con desazón que incluso con la demostración pública de la incomprensión de la elite de sus soterrados conflictos de intereses, seguirán traspasando su modelo de trabajo a todo el engranaje de toma de decisiones culturales.
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