lunes, 24 de octubre de 2011

MERIDIANO 27


Como no tenía vínculos de clase con el entorno artístico, tenía una idea muy mítica de lo que significaba ser artista y profesor universitario, y después, artista académico y de lo que tenía que ser una clase-taller. Por cierto, mi postura ha sido construida desde la desconfianza hacia una institucionalidad artística que administra sus bienes en disputa según el poder y capacidad restrictiva en materia de libertades artísticas de sus actores. Y suspicacia ante las políticas culturales de acopio y reconversión patrimonial de los espacios de arte reducidas a síntomas del juego normal de las elites de los años del binominalismo, sean de izquierdas o derechas, todas de corte autoritario. Por eso el acceso al módem telefónico no sólo me permitió ampliar las posibilidades de desarrollo y transmisión de imágenes, haciendo uso de escáneres y programas computacionales de manipulación audiovisual. Fue una afirmación de apertura hacia el exterior en sintonía con el desarraigo de quien vive un presente global sin futuro local, con la austeridad de quien no posee más que lo que lleva puesto.

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