Como no podía ser de otra forma, el autoritarismo había creado una cultura de reclusión, encierro en las casas y la privatización de la vida, resultado del ingreso desembozado de los servicios de inteligencia y terrorismo de estado, sin embargo, por otra parte, sin ignorar los infortunios y el malestar social empezamos a sumergirnos en la tecnologización de la vida privada mediante una mayor accesibilidad al consumo de sistemas portátiles y caseros de producción y reproducción de audio e imagen. En la actualidad, a nadie le resulta extraño ver a una persona caminando conectada a audífonos y escuchando música en la calle o la locomoción colectiva, desvinculadas de todo, pero en aquella época las exigencias y deseos de la vida cotidiana asociada a este tipo de aislamiento se complementaba con el mercado de arriendo y ventas de videos, antes de la llegada de internet y de la televisión pagada.
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