El “milagro” es un componente truculento al que muy pocos chilenos pueden sustraerse. Indudablemente, hay un pronunciamiento sociacultural en el análisis que hago del filón economicista. Por ejemplo, cuando acuñé Loyola Records, en estricto sentido, no era para editar ni producir discos sino para satírizar la fanfarria de la institucionalidad cultural chilena. Claro está, mediante un diseño onomástico que revisita la cueca chilenera El Guatón Loyola, una canción que desnuda cómo son aflojados a combo limpio las ganas de “dárselas de encachado” a un personaje de apellido Loyola. No precisamente el aludido en la Operación Manresa. Me llamó poderosamente la atención lo atrapante y retorcido de la cueca. Puro bullying rural. Después de todo, de eso se ha tratado la historia reciente del país.
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