domingo, 25 de septiembre de 2011

"Como si fuese Bouvard y Pécuchet reunidos en una única persona, Rimbaud pide a sus familiares -tanto desde Adén como desde Chipre-, con insistencia, con encarnizamiento, sólo manuales de todo tipo de disciplinas: carpintería, metalúrgica, hidraúlica urbana y agrícola, arquitectura naval, mineralogía, telegrafía, trigonometría, topografía, geodesia, hidrografía, meteorología, química industrial. Está ávido asímismo de "catálogos de fábricas de juguetes físicos, pirotecnia, prestidigitación, modelos mecánicos y construcciones en miniautura, etc.". Para justificar su pedido, escribe en una ocasión: "Sin estos libros me faltaría cantidad de informaciones que me son indispensables. Sería como un ciego; y la ausencia de estas cosas me perjudicaría en gran medida"" (Roberto Calasso: La Folie Baudelaire). ¿Para qué necesitaba todo ese aleph bibliográfico el joven poeta que se había "despedido"? El tráfico de esclavos y de mercancías incertas obliga a releer el mundo desde perspectivas anómalas.

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