domingo, 18 de septiembre de 2011

MERIDIANO 55



Tampoco es fortuito que al escoger un asunto político, en mi caso el modelo económico, penetre en el terreno favorito de los artistas chilenos desde la segunda mitad del siglo veinte. En efecto, las obras de cierta envergadura crítica del siglo pasado han sido tomadas invariablemente de la contingencia local y la coyuntura institucional. En esta dirección parten las transversales redes de poder que blindan nuestra cultura. Y en el mismo camino siguen. Decidí ironizar sobre el alarde eufemístico y la cultura de los acuerdos y alianzas neoliberales para metaforizar lo rimbombante del mundillo del arte chileno, que nunca ha ido más allá de reaccionar a su propia condición voluntariosa. Como no podía ser en un país sin importancia alguna en la Historia del Arte. Y sin acceso a coleccionismo relevante alguno, que dé cuenta de la complejidad de las prácticas artísticas contemporáneas.


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