viernes, 22 de abril de 2011


"Schengen" fue una obra que me tomó cuatro años. En un día de esos años, en Londres, la policía me detiene para revisar mi bolso. Tal vez fue mi aspecto desaliñado. O mi capacidad de asombro ante tanta videocámara. En fin, el asunto es que descubrieron en mi bolso un papel que parecía contener algo sospechoso. Algo como el plano de un artefacto "extraño". Los bobbies así me lo manifestaron. Contuve la risa porque sería una lata terminar deportado. Más aún con todo lo sudaca que soy. Tampoco intenté explicar que estaba metido en una obra titulada "Schengen". En mi inglés de videojuego, expliqué que se trataba de una fotocopia con un esquema de los frescos de la cúpula de Santa María del Fiore. De hecho, era la típica fotocopia que te entregan al interior del duomo. Les hablé de Vasari, el invento de la prospettiva y un largo etcétera en constante actualización. Los noté algo mareados con mi entusiasmo por la historia del arte. El asunto es que junto con la sospechosa fotocopia, tomaron mi cuaderno de notas y me dijeron que llamarían a un traductor para estudiar mis papeles. Entre medio el interlocutor pasó de ser caucásico a uno de color. Pregunté cuanto tomaría esto y la respuesta fue de esas que escuchas en las películas con escopeta recortada: "pueden ser unos minutos, unos días, unos meses o unos años". Les prometo que fue uno de esos momentos epifánicos en raro, porque entre tanto absurdo descubrí una nueva dimensión de los ready made, los cadáveres exquisitos y los sombreros mágicos. No podía ser de otra manera. La espera duró unos largos minutos y luego, como si nada, me dejaron seguir vagando hacia las ruinas de Saatchi.

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