lunes, 25 de abril de 2011


El arte, broders. "¡Ah, el arte!": éste posee, junto a su capacidad de transformación, también el don de la ubicuidad. Página once. El videojuego Assasin's Creed II nos sitúa en la Italia del Renacimiento, en plena conspiración de los Pazzi y la Hoguera de las Vanidades, donde encontramos a Leonardo da Vinci diseñando todo tipo de armas y ayudándonos a descifrar códices. Nótese cuando hay que eliminar a Uberto Alberti, momento cuando el artista toscano, como si fuera el Obi Wan Kenobi de la trilogía original, te da instrucciones de cómo desarmar al enemigo mediante el uso poco ortodoxo (no puede ser de otra manera) de puños, espadas, dagas, cuchillos, martillos, hachas, bombas de humo y su célebre pistola "escondida". Inquietante es el combate con Alejandro VI en plena Capilla Sixtina. No es casualidad que en el contenido adicional de la última versión de Assasin's Creed, da Vinci sea secuestrado por los Herméticos no sin antes dejarnos un mensaje escrito en el suelo donde hace referencia a una serie de obras aparentemente quemadas en un misterioso incendio. Respetando lo que es de rigor, esto también me recuerda a "Leoncio y Lena".

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