Cómo explicar que lo único que queda de todo esto son jotapegés y emepetrés descargables de manera gratuita desde un blog (creado por Fernando Castro Flórez) reventado a punta de posteos pachangueramente existencialistas. Algo parecido a la ausencia de ansia por los veinte mil dólares tras creerme el cuento del Meridiano de Celan. Claro está, no hay que ser muy perspicaz para entender que una peripecia como esta asume la estupefacción de una presencia hecha a pulso.
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