La irrupción de las redes sociales con el cambio de siglo, abre una etapa nueva en la cibercultura. La utopía democratizadora a la que interpelaban los primeros navegantes durante los años noventa, se materializa en cierto modo. Ya no era necesario ser un programador o depender de uno para habitar en el universo de los computadores interconectados. Cualquiera podía ya no sólo pasearse por el ciberespacio. No olvidemos que fue el correo electrónico lo primero que nos permitió habitar aquel mundo virtual. Actualmente todos pueden subir textos, imágenes, sonidos sin necesidad de ser asistidos por un tercero. El navegante en el umbral del tercer milenio se transformó en un usuario que empieza a familiarizarse con las plantillas programadas y, gradualmente, aprende a modificar la visualidad de su blog dentro de lo posible. Comprende que lo importante no es la cosmética sino la libertad de subir la información que se desea. Fue entonces, más que nunca, que la contracultura ha tenido que estar a cada rato reinventándose. Porque la actitud neovanguardista de recoger las influencias del ruido vanguardista gatilladas por el frenesí tecnológico de los collages y los montajes también se democratizó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario