En una escena de La Leyenda del Zorro, el villano de turno de la franquicia hace gala de una dentadura de madera con la que abanica su ideología WASP, insultando a (Don) Diego de la Vega como "mejicanito disfrazado de blanco". No necesariamente, a propósito de este blockbuster, los réditos poéticos de lo exótico me recuerdan a Rugendas. Bueno, también a la Misión Francesa de 1816 y un largo etcétera. Las imágenes del periplo latinoamericano (iberoamericano, hispanoamericano o cómo quieran llamarlo) del pintor-viajero está en el inconsciente colectivo del por acá. Sin embargo, lo que siempre me sedujo de sus pinturas, dibujos y diarios es su ceguera al pintar, dibujar y apuntar la apariencia y poses de los pueblos originarios con la teatralizante tradición academicista. Aunque, siempre inmersos en una flora y fauna americana objetivamente representada. Ahora si consideramos que las fotografías con las cuales capturó documentalmente los modelos étnicos y costumbristas que conforman su obra y las contrastamos con los forzamientos románticos que en sus cuadros aplica a cuanto personaje típico se le cruza, resulta interesante tener la delirante y erudita obra de Möritz Rugendas a la vista. A manera de colofón, Jacob McGivens (el vaquero racista del tratamiento dental peculiar, señalado al comienzo de este post) me recuerda barthesianamente a Nasty Canasta, el célebre forajido, bandido y bailarín de Drop-Along Duffy.
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