"Conocí un músico al que le divertía afinar su piano según un desorden sin orden ni concierto. Luego interpretó de memoria la Sonata Patética de Beethoven. Era una delicia escuchar este viejo trozo como rejuvenecía. Yo había oído interpretar esta sonata durante veinte años, siempre idéntica a sí misma, sin esperanza de verla desarrollarse; petrificada, incapaz de la menor evolución" (August Strindberg).
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